Revista "La Mandrágora" – IES los Albares

Más que una pasión, un sentimiento

 

Esther Hortelano (1º Bachillerato)

La etapa de Bachillerato no es fácil. Exámenes, estrés, nervios, entregas, notas de corte, últimos años de instituto… Fuera nos queda la famosa pregunta: ¿qué quieres estudiar después? Millones de estudiantes se sienten aterrorizados, no saben qué responder. Algunos, desgraciadamente, se sienten obligados a seguir un futuro al que ellos mismos no aspiran; otros sienten la necesidad de buscar una carrera que “les asegure salidas laborales” (sin ni siquiera saber cómo estará el mercado laboral en 5 años); y otros, como yo, sabemos muy bien lo que queremos, y es ahí donde encontramos el motor que nos ayuda a arrancar en los días más estresantes.

Cuando preguntan por la profesión más fácil, sin apenas tardar un segundo, todos tienen una respuesta común: ser profesor. Algunos razonamientos son que “no hacen nada”, “cobran bien”, “solo trabajan por las mañanas” y que “tienen muchas vacaciones”. Yo permanezco callada, distante, y solo soy capaz de pensar una cosa: ¿vosotros creeis lo mismo?

El trabajo de un profesor no permanece únicamente en el aula, y es que todos queremos que nuestros profesores lleven las clases preparadas, que nos proporcionen materiales como powerpoints, esquemas o apuntes para facilitarnos el estudio y que corrijan los trabajos y exámenes en un día, pero, ¿acaso recordamos que ellos “solo trabajan por las mañanas”?

La educación es la base del resto de profesiones, un trampolín de oportunidades enriquecedoras para conocer lo que nos rodea, “… es el arma más poderosa para cambiar el mundo”, decía Nelson Mandela. Quien lo ve desde unos ojos curiosos entiende que una de las sensaciones más gratificantes debe de ser la de formar a cientos de personas, tanto en el ámbito académico como en el personal, verlas crecer y saber que realmente están aprendiendo contigo. Aquellos que alguna vez han admirado a sus profesores saben que el brillo de sus ojos los delata, ellos no van a trabajar, pues disfrutan de lo que hacen. 

Sin embargo, las personas ignorantes siempre dirán que estudiar Magisterio es una tontería, y que las carreras de ciencias son más importantes. Cierto es que todas las profesiones son esenciales, pero yo les digo algo: ¿qué sería de un médico sin un profesor que le haya enseñado a diagnosticar y tratar a sus pacientes?, ¿cómo podría un abogado defender casos si alguien no lo hubiera guiado en sus inicios? o aún mejor, ¿cómo seríamos quiénes somos sin aquel profesor que nos ha acompañado y enseñado que ser buenas personas nos hará más felices siempre? Exacto, la docencia tiene una repercusión fundamental en el mundo.

Como mencionaba anteriormente, pocas no han sido las veces que he escuchado que ser maestro es fácil. Pero, un maestro hace mucho más que “collares de macarrones”. Ellos tratan de ayudar a sus estudiantes como si se trataran de sus familiares, dan lo mejor de sí mismo para conseguir transmitir sus conocimientos, tratan de ser creativos para conseguir captar la atención de sus alumnos y hacer sus clases amenas, hacen todo lo posible para que nadie se sienta aislado, para que disfruten de sus asignaturas tanto como lo hacen ellos, para que ir a clase sea una motivación. No cualquiera tiene la paciencia, el don y la valentía para enfrentarse a todo eso mientras lo disfruta. Ejercer de docente es mucho más que una simple profesión, es un sentimiento. 

Estoy segura de que todos tenemos a un docente que nos ha marcado en nuestra vida, incluso aquellos que opinan que los profesores no hacen nada. Sabemos perfectamente que podemos recurrir a ellos cuando sea, porque van a estar para nosotros, nos van a escuchar y nos van a ofrecer su mejor versión. Ellos promueven y practican en cierto modo lo que decía la Madre Teresa de Calcuta, “Que nadie se acerque jamás a ti sin que al irse se sienta un poco mejor y más feliz”. Sin lugar a dudas, hacen que tengamos una sociedad más formada, pero también una sociedad más unida.

Si has llegado hasta aquí probablemente sabrás a lo que aspiro tras los estudios de Bachillerato, y no por los 3 meses de vacaciones o por un buen salario, sino por mis ganas de aprender, mis ganas de amar y mi inmensa vocación por este oficio, que desde pequeña, rodeada de muñecas y de una pizarra de juguete, sabía que quería alcanzar.

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