Revista "La Mandrágora" – IES los Albares

Tomás de Aquino en el octavo centenario de su nacimiento

Bartolo Herrera Salmerón (profesor de Filosofía)

Sabido es que la filosofía no está de moda, sus distintas ramas están en desuso y la historia de la filosofía es un ladrillo para la mayoría de los mortales.  Cabe decir, sin embargo, que queda una pequeña parte de esta antigua disciplina que sí que parece interesar todavía a algunos lectores ávidos de un  manual de autoayuda personal. De tal manera que  cuando decimos aquello de “tómatelo con filosofía” , en realidad nos estamos refiriendo sobre todo a un tipo de filosofía: la helenística de manera global y la estoica en particular, con sus  distintas y variadas recetas para la felicidad.

Si la filosofía, en su sentido más genérico, no está de moda, qué les voy a decir yo a ustedes de  Tomás de Aquino. Un autor medieval, filósofo,  teólogo y monje dominico, vaya cóctel más explosivo pensarán algunos. Pero, hay que advertir que  en el proceso del conocimiento, en el  desarrollo de las ideas, en su devenir histórico para llegar al pensamiento actual, este autor no solo ocupa un lugar preeminente, sino que sería imposible la cultura occidental, por lo menos tal como la conocemos hoy.

Más allá del papel destacado que tiene nuestro autor para la Iglesia Católica,  calificándolo como “Doctor Angélico”, “Doctor de las Humanidades” y  nombrándolo patrón de todas las universidades y escuelas católicas (motivo este último por el cual, todavía en nuestra Región de Murcia continuamos celebrando unos días festivos en su honor), la importancia que tiene Tomas de Aquino para el mundo católico debe ser entendida en un marco más extenso que es, como venimos afirmando, el desarrollo del histórico de las ideas. Si no queremos cometer un sangrante anacronismo, como tan habituados estamos por desgracia, podemos entrever el culmen que supone sus más de 60 obras y, sobre todo, su Summa Theologiae en el desarrollo de la escolástica y la filosofía medieval, preámbulo al giro empirista que sufre la ciencia en el siglo XV.

Tomás de Aquino nació en 1224, este año conmemoramos el 800 aniversario de su nacimiento, época aquella convulsa con conflictos permanentes entre musulmanes y cristianos,  pero también de mezcla de distintas culturas con periodos de convivencia. Es en estos periodos de intercambio cultural donde los árabes presentan el pensamiento aristotélico para utilizarlo en Occidente.

Fundamental fue el hecho de  traducir los textos de Aristóteles, ya que no era prácticamente conocido en el occidente latino, aunque sí que se conocían todas sus obras en centros del saber de oriente próximo, como Constantinopla o Damasco. Pues bien, son los musulmanes provenientes de estos lejanos lugares los que traen a la península, entre la multitud de nuevos saberes, la filosofía aristotélica.

En este siglo XIII y también en el anterior, aparecen distintas escuelas donde se traducen textos del árabe al latín. Importantes filósofos árabes traducen el pensamiento filosófico aristotélico. Entre ellos destaca el cordobés Averroes (por cierto, todavía no he hallado una explicación sensata al hecho de que la magnífica banda de cornetas y tambores de la OJE de Cieza lleve su nombre). Un dato curioso y poco conocido es que en nuestro vecino pueblo de Ricote sobresale, en este mismo siglo,  el filósofo, médico, matemático, traductor y teólogo musulmán Mohamed Al-Ricotí. El cual fundará una madraza o escuela árabe en Murcia, auspiciada por Alfonso X, entonces también escuela de traductores y germen de la Universidad de Murcia.

Una vez traducida la obra aristotélica esta es utilizada, entre otros y de manera sobresaliente, por Tomás de Aquino, para expresar el pensamiento vigente y casi exclusivo de la época: el religioso. Toda la cultura tiene por objeto, en aquel momento de la historia, el desarrollo doctrinal de las distintas religiones monoteístas que ocupan el centro del saber

Con Tomás de Aquino, se produce un avance sin precedentes en 1000 años de filosofía cristiana, superándose  la teoría de la iluminación de san Agustín, quien en el siglo V afirmó la primacía de la fe ante la razón y, por lo tanto, la necesidad de de tener fe para poder conocer, solo si tienes fe Dios te ilumina y, por tanto, puedes conocer la verdad, aseguraba el de Hipona. Sin embargo, El Aquinate afirma la capacidad misma de la razón para hallar la verdad, de forma autónoma sin el apoyo de la fe, dando así un paso fundamental en el devenir de la filosofía moderna y su posterior destino postmoderno.

Hoy sus restos o lo que queda de ellos, ya que en repetidas ocasiones su cuerpo fue mutilado, llevándose brazos, manos, incluso su cabeza, tras la disputa por su cadáver entre domínicos franceses e italianos,  yacen en el Convento de  los Jacobinos  de Toulouse (lugar que ilustra  mi colega y amigo el profesor Manuel Martínez Morote en un anterior artículo en esta misma revista del instituto). Pero, su pensamiento sigue vivo, pues es necesario recurrir a su obra  para entender nuestra cultura, gracias a sus ideas rebozadas de aristotelismo la razón se acercó a su mayoría de edad.

Otra cuestión será cómo esa razón llegará a endiosarse y posarse sobre un pedestal, ya en el siglo XX, provocando una razón instrumental capaz de justificar los campos de exterminio nazi, pero ese es otro tema

 

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