Manuel Martínez Morote (profesor de Geografía e Historia)
Tumba de Santo Tomás, Couvent des Jacobins (Tolouse)
Otra vez enero como aurora de un nuevo año. Enero como puerta a otro discurrir de meses y estaciones. Ahora se revela, en las mañanas, la flor pastosa de la escarcha con la delicadeza de haber nacido mientras duraba el sueño de los hombres. Se ha posado sobre el carrizo amarillento del pasado otoño, en las espigas. Sobre la grama forma un vergel fractario de exiguos alfileres que escoltan a los alumnos cuando suben al instituto por la avenida de José Ríos Gil. Enero es mes de abrigos, hace frío. Regresan los estudiantes con la caricia leve de un sol que no calienta, pero glorifica las crestas de las sierras después de la helada. Hay cierta quietud en sus movimientos, como si poco acostumbrados al fresco, les costase más pasar página de las últimas vacaciones.
Enero llega para ensalzar a las pajaricas de las nieves, con su pecho blanco y su plumaje gris de invierno; saltan las lavanderas sobre la tierra helada de la huerta y los caminos. A esa hora de mañana el humo de la escarda, retenido por la inversión térmica, se alarga por el valle del Segura como una gasa deshilachada que no tiene ni principio ni fin. Se huele a humo, un humo de leña frutal mártir, ofrendada.
Enero de lumbres de San Antón, vestigio de lo éramos cuando fuimos niños y acarreábamos la misma leña de la huerta al fuego del pueblo; enseñanza etnológica de nuestros abuelos y bisabuelos. El fuego mágico que rompía la noche recién llegada y se alargaba en ella como atavismo maravilloso del renacer. Después, a la mañana siguiente, más frías que las de hoy, nosotros que no siempre fuimos viejos, sorteábamos los rescoldos humeantes de la purificación, y hablábamos del discurrir sencillo de la noche anterior; y con tan poca cosa, pero tan esencial, fuimos formando parte del hálito del pasado y del presente…
Los alumnos no se percatan del abrigo perenne de las últimas oliveras, creo que tampoco lo hacen los profesores, pero en ellas han pasado la noche, resguardados del frío y del mochuelo, los petirrojos. Qué hecho tan esencial. Las oliveras han visto pasar a tanta gente… Tienen troncos tristes por el abandono, y van muriendo poco a poco sin que nadie valore sus nidos en primavera o el azul de sus hojas cuando la luna riela églogas de aire en ellas. Qué desamparadas se encuentran las pobres, qué mala hora la de su condena.
Vuelta al aula y marejada de realidad; recuperaciones, exámenes ordinarios, empujón intensivo a los temarios… Los cristales de las aulas no logran empañarse, debe ser cuestión derivada de la timidez de la calefacción…
El 28 de enero se celebra también al Santo Tomás de Aquino. Este verano, estando en Toulouse, me acerqué al Couvent des Jacobins. Allí, amparada por el imponente edificio, se encuentra la tumba del patrón. No pude sino pensar entonces en la universalidad que tiene el conocimiento por encima de fronteras políticas o símbolos nacionales. No me imaginaba en aquel lugar, frente a la tumba, que nadie pudiese menospreciar la aportación intelectual de aquel hombre en razón de una ideología, una creencia o incluso una lengua u otra. Eso es lo que tenemos siempre presente cada año en esta fecha; el valor que tiene lo que nos une frente a lo que nos separa; la educación y el humanismo como alma de nuestros argumentos.
Ese mismo humanismo y conocimiento nos recuerda que un día antes, el 27 de enero de este 2025, hará ochenta años de la liberación, en Polonia, del campo de concentración y exterminio nazi de Auschwitz-Birkenau por tropas soviéticas. Ocho décadas del fin de esa ignominia que elevó la maldad humana a cotas inasumibles. Ochenta años de estudios históricos mostrando el horror que sufrieron aquellas personas indefensas y desamparadas, aportando rigurosas evidencias para que nadie pueda relativizar o negar algo tan terrible, para que los criminales no puedan nunca ocultar su degeneración. En esa fecha conmemora la Unesco desde 2005 el Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto. No hay que imaginar nada; hay que estudiar para saber y no volver a repetir algo siquiera parecido, porque todas las opiniones y todos los hechos no son respetables.
Hace frío. Siempre hace frío en enero.